El servicio de impartición de justicia es quizá el servicio público más personal que existe: su calidad, su impacto y su utilidad social dependen centralmente de los argumentos que viertan los jueces en sus sentencias. Muchos servicios públicos, además de cuadros capaces, requieren insumos costosos e indispensables. Un médico, por ejemplo, por más competente que sea, sin un quirófano para operar una apendicitis no podrá curar a ese enfermo. Tampoco habría movilidad con choferes dispuestos a transportar a las personas, pero sin calles y autobuses. Una fiscalía no puede judicializar un caso de homicidio sin contar con laboratorios forenses. La impartición de justicia, en cambio, necesita sobre todo de buenos jueces. Es cierto, también necesita una infraestructura básica. Sin embargo, en el supuesto extremo, aun sin esa infraestructura, un buen juez podría impartir justicia, porque la justicia es sobre todo un gran ejercicio argumentativo vertido en papel.
Profesora investigadora de la División de Estudios Jurídicos del CIDE, Doctora en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, licenciada en Derecho por el ITAM. Magaloni es precursora en México de los estudios empíricos sobre las instituciones de justicia, con énfasis en la SCJN, el juicio de amparo y el sistema de persecución y enjuiciamiento penal mexicanos. Entre sus recientes publicaciones está "La Suprema Corte y la transición jurídica en México".