OPINIÓN

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN REFORMA

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Calles vs. los Curas.

 

Cuenta una curiosa versión que cuando don Benito Juárez estaba en el lecho de agonía, ya casi para morir, su compadre Nacho se inclinó sobre él y le preguntó ansiosamente al oído:

-Benito, dime: ¿en quién has pensado para que siga en la presidencia?

Con gran esfuerzo don Benito levantó la mano derecha y con el índice se señaló a sí mismo al tiempo que decía con voz que apenas pudo oír su compadre:

-Yo, Nacho... Nada más yo...

Pienso que después de Juárez el tipo más consumado de político que ha habido en este país es Álvaro Obregón. Sentía la vocación del poder. El poder por encima de todo principio, de toda ideología. El poder por el poder mismo. Todavía en Carranza hubo una actitud ética quizá motivada por el conocimiento que el Varón de Cuatrociénegas tenía de la historia universal y la de México. Asesinado don Venustiano, con su muerte llegó la de las ideologías. A partir de Tlaxcalantongo todo fue un brutal y trágico juego de "quítate tú para ponerme yo". De ahí las innumerables muertes que ahogaron a la nación en una ola de sangre y nos dieron en todo el mundo la fama de salvajes que todavía gozamos.

Obregón era dueño de una astucia natural de la que carecía Calles. Por esa astucia, y no por convicción, el Manco de Celaya se avino a llevar la fiesta en paz con el clero, cuya enorme fuerza reconocía el sonorense, buen político que era. Calles, por el contrario, no vaciló en enfrentarse radicalmente con los clérigos. Su idea era el vencimiento total del enemigo, no la conciliación. Por otro lado, sus compromisos con Estados Unidos lo llevaron -igual que a Juárez- a obsequiar el interés norteamericano hostilizando a la Iglesia Católica. En aquellos años todavía se pensaba que el catolicismo era el principal valladar que podía poner obstáculos a la penetración norteamericana en los países de América Latina. Esa fue la idea de quienes promovieron la venida de Maximiliano: para frenar el expansionismo yanqui había que poner en el trono de México a un ilustrado príncipe católico amparado por una nación católica, Francia. Los Estados Unidos reaccionaron con violencia: ellos querían "América para los norteamericanos". Si no aniquilaron antes al Segundo Imperio Mexicano fue sólo porque estuvieron muy ocupados en su Guerra Civil. Terminada ésta, cayeron sobre Maximiliano a través de interpósita persona: don Benito Juárez.

Calles se inclinó igualmente ante el poderío norteamericano. Don Benito esgrimió el liberalismo como bandera contra el clero. Calles la volvió a empuñar, y añadió las novedades del socialismo. Otra vez el clero fue explotador de los pobres; otra vez la Iglesia Católica era una perniciosa presencia extranjera en el país. Obregón no chocó frontalmente con la jerarquía; Calles no vaciló en hacerlo. En la raíz del conflicto religioso de 1926 a 1929 está la influencia de la política norteamericana en los asuntos mexicanos.