OPINIÓN

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN REFORMA

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Muerte en la calle.

 

El magnicidio, es decir, el asesinato cometido en la persona de un personaje de importancia suele generalmente quedar lleno de misterios. Las circunstancias que rodearon esa muerte permanecen casi siempre ocultas, y rara vez se todo el fondo de la oscura conspiración que llevó a quitarle la vida a un hombre eminente. El caso de Madero no escapó a esa regla general.

Estoy seguro de que mis lectores habrán oído alguna vez la hermosa canción mexicana cuya letra dice: "China, dulce amor del alma mía...". El autor de la letra de esa canción de Mario Talavera es el señor licenciado Manuel Múzquiz Blanco

Muy buen poeta fue ese señor. Los versos de "La Marimba" salieron de su pluma. Nació Múzquiz Blanco en Ciudad Lerdo, Durango, el año de 1883. Fue abogado y periodista; desempeñó a lo largo de su vida numerosos puestos públicos, entre ellos el de secretario de la Penitenciaría de la Ciudad de México. En ese cargo tuvo ocasión de hablar con algunos reclusos que desde hacía muchos años purgaban sentencia en aquel triste lugar. Con sus experiencias escribió un interesante libro, ahora muy difícil de conseguir, que lleva el sonoroso título de "La casa del dolor, del silencio y de la justicia". Se publicó ese libro en 1930, en los Talleres Gráficos del Diario Oficial. Yo lo encontré por pura casualidad en una de las librerías de viejo que gusto de visitar.

En su obra recuerda Múzquiz Blanco que todavía muchos años después de las muertes de Madero y Pino Suárez, asesinados en una de las calles vecinas a la penitenciaría, la gente iba a depositar ofrendas en el sitio en que cayeron aquellos dos apóstoles. "... Es el sencillo homenaje -dice- del mismo pueblo que hace casi dos décadas fuera tras el iluminado de Coahuila; son los mismos que al día siguiente del holocausto deambulaban por el arenal hosco y mudo de la penitenciaría, encendiendo pequeñas velas anémicas en los lugares en donde rodaran sin vida el Presidente y el Vice Presidente de la República. Cubren de flores y de banderas las estatuas, cantan himnos y dicen pocas palabras de luto y de anhelo, de condenación y de esperanza; y luego se encaminan a la parte posterior del gran edificio penitenciario, donde un arbolito raquítico, rodeado de un barandal de hierro -homenaje de un grupo de obreros- señala el sitio preciso de la muerte...".

Habla el escritor de las versiones que corrieron en los días siguientes a los asesinatos. Primero la versión del gobierno, según la cual los automóviles que conducían a los prisioneros para ser internados en la Penitenciaría fueron asaltados por partidarios de Madero. En el curso del tiroteo que siguió habrían perecido el presidente y Pino Suárez.

Después, relata Múzquiz Blanco, surgió otra versión: los dos presos habían sido asesinados en el Palacio Nacional, y sus cuerpos llevados después a la Penitenciaría. Esa versión circuló mucho en las embajadas.

La verdad, sin embargo, se sabría muchos años después.