OPINIÓN

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN REFORMA

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El epitafio.

 

Los asesinatos de Madero y Pino Suárez abrieron el telón a una siniestra sucesión de luchas que causarían la muerte de más de un millón de mexicanos. Desatadas las ambiciones políticas, una jauría de políticos, los más de ellos asesinos, se disputarían el poder con ferocidad de hienas que se pelean la carroña.

La señora Edith O'Shaughnessy, esposa de un diplomático extranjero residente en México, escribió estas palabras que suenan a epitafio:

"... El crucero 'Cuba', que debía haber transportado a Madero y Pino Suárez a La Habana, cuando por fin salió de Veracruz, el 25 de febrero de 1913, llevaba a bordo a los padres, a la viuda y a las hermanas del redentor. Éste reposa en el Panteón Francés, y Pino Suárez descansa en el Panteón Español, ambos en espera de juicios más benignos que los humanos. Un buen hombre desapareció, pero las palabras de Porfirio Díaz a Madero en su única entrevista quedaban escritas con llameantes letras en los cielos de México: '-Hay que ser algo más que un hombre honrado para gobernar a México'...".

Madero fue el primer presidente que llegó al poder por voluntad de los mexicanos. Todos los demás llegaron bien por medios de violencia, bien por circunstancias de pura política, violando la ley o recurriendo a oscuras trapacerías. La elección de Madero fue fruto de la democracia, no de la fuerza o de la corrupción.

¿Por qué, entonces, no defendió el pueblo aquel gobierno que legítimamente se había dado? Varias circunstancias obraron, a mi parecer, que condujeron a eso. En primer término, la extrema bondad del Apóstol lo llevó a mantener el viejo andamiaje porfirista: no hizo los cambios que debió haber hecho. Muchos se sintieron defraudados por lo que, pensaron, era la continuación del antiguo régimen.

Luego, los restos que quedaban del porfiriato enderezaron una ruda campaña de desprestigio contra "el Chaparro". En pocos meses el prestigio de Madero quedó sumamente dañado por las continuas andanadas que le dirigían los periódicos opositores.

Parte primordial tuvo en la caída de Madero la actitud de la Iglesia Católica hacia él. La vemos reflejada en las versiones de su caída según las entregaron algunos historiadores católicos. Schlarman, por ejemplo, dice que Madero cayó porque era "tonto, inepto", y favorece la figura de Huerta por encima de la del coahuilense. "... Aunque es probable -añade- que si Huerta no hubiera derrotado a Madero eso lo hubiera hecho Carranza, y el fin habría sido el mismo. Huerta consideraba legítimo el liquidar a sus adversarios, como Díaz lo había hecho antes y como después lo hicieron Carranza, Obregón y Calles...". En efecto, en aquella danza de ambiciones sólo se salva Madero, aquel hombre que "nunca se manchó las manos ni con oro ni con sangre".

Pero todos los hilos de aquella turbia trama fueron movidos por el embajador Henry Lane Wilson, quien quiso deshacerse de Madero porque éste no aceptó nunca depender de sus consignas.