OPINIÓN

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN REFORMA

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Una frase de Carranza.

 

Cuando se tuvo conocimiento en Saltillo del proditorio asesinato de don Francisco I. Madero, el gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, inició una lucha tendiente a restablecer la constitucionalidad en México, burdamente quebrantada por la usurpación de Victoriano Huerta.

La legislatura coahuilense negó su reconocimiento al gobierno espurio, y el señor Carranza convocó al país a levantarse en contra del ilegítimo poder. Antes, sin embargo, recibió en el Palacio de Gobierno de Saltillo a diversas comisiones que acudieron a informarse acerca del estado de cosas que privaba en el país, y a conocer cuál sería la actitud del gobierno de Coahuila y del pueblo al que había pertenecido el señor Madero ante su asesinato.

Al saber la decisión de los diputados coahuilenes de no reconocer a Huerta, y la determinación del señor Carranza de levantarse en armas contra la ilegitimidad, alguien hacía notar el enorme poder del gobierno de Huerta la fuerza del Ejército Federal, el apoyo que los huertistas tenían por parte de los norteamericanos, cuya embajada había participado en los hechos que llevaron a la muerte a Madero y Pino Suárez.

-Nosotros, por el contrario -señalaba esa persona-, no disponemos de armas, ni de dinero, casi no tenemos elementos. Será muy peligroso luchar en esas condiciones.

La respuesta que al ignorado pesimista dio el señor Carranza lo retrata de cuerpo muy entero, y más aún de espíritu. Con serenidad le respondió:

-No importa. Nuestros enemigos están manchados de sangre y llevarán la peor suerte.

Y así, en efecto, sucedió. Convocado por el Plan de Guadalupe, el pueblo mexicano, que tnto amó a Madero, se levantó contra la usurpación. Ningún poder fue bastante para frenar el ímpetu de aquel Varón que en ese tiempo difícil para éxico llevó en sus manos la dignidad de nuestro país, y que al castigar el crimen de Huerta y sus secuaces puso a México de nuevo en el camino de la legalidad. La lucha, ciertamente, fue penosa y costó miles de vidas. Pero se restableció el imperio de la ley y se pusieron bases que luego permitirían esa obra magna de Carranza que fue la promulgación de la Carta Magna que nos rige ahora. Buena lección fue ésa que con su frase nos dejó Carranza: nunca el mal es cimiento perdurable, y lo que se construya sobre él tarde o tempano acaba por caer.