OPINIÓN

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN REFORMA

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Las otras revoluciones.

 

Se habla de "la Revolución Mexicana", y al hacerlo se incluye desde la que inició Madero hasta las asonadas que promovieron hombres como Calles y Obregón. La verdad es que sólo hubo una revolución: la maderista. Todos los demás movimientos fueron de los que se llaman de "quítate tú para ponerme yo".

Una de las más raras paradojas de la historia de México es que la única verdadera revolución que aquí se ha hecho la hizo alguien que no quería hacer una revolución.

Madero, en efecto, era fundamentalmente un pacifista. Repudiaba todas las formas de violencia; era un hombre de ideas, un espiritualista. Más que por su formación católica -la que adquirió en el Colegio de San Juan Nepomuceno, institución jesuita de Saltillo- su modo de pensar fue conformado por lecturas de doctrinas de Oriente y por el espiritismo, que entonces pasaba por ser tesis científica.

Se resistió Madero a encabezar un movimiento armado. Si lo hizo fue solamente como último recurso, movido por la tozuda resistencia de don Porfirio Díaz a permitir en su régimen el menor cambio. Y aun cuando aceptó por fin iniciar una revolución, procuró siempre despojar a ésta de las crueldades y barbarie que suelen acompañar tales violencias. La manera en que salvó la vida del general Navarro, jefe de las fuerzas federales que se le opusieron en Ciudad Juárez, muestra hasta qué punto Madero respetaba la vida, aun la de sus enemigos. En la misma forma salavó a quienes luego lo mataron.

El asesinato de Madero conmovió a todos los que habían creído en la esperanza de la democracia. Otra vez se imponía la fuerza de la espada sobre la civilidad de los procedimientos democráticos. Don Francisco I. Madero quiso transformar esta patria cambiando la línea de los criminales y ambiciosos por una estirpe de nuevos gobernantes que fincaran su acción en el anhelo de servir al pueblo mexicano. A Vasconcelos le dijo alguien que había pertenecido al porfiriato:

-Los maderistas, a pesar de que hoy los persiguen, pasarán a la historia como una aristocracia cívica.

Era cierto.

Relata el mismo Vasconcelos que el día que se conoció la noticia de la muerte de Madero llegó a su casa con los ojos llenos de lágrimas. "... Al entrar -escribe- me daba vergüenza abrazar a mis hijos, me sentía humillado de legarles una patria envilecida. ¡Nuestro país no se merecía a Madero!...".

Ni lo merece todavía, añado yo con el mismo sentimiento de desolación.