OPINIÓN

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN REFORMA

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Un anónimo inquietante (II).

 

El gobierno de Huerta, la embajada norteamericana y los viejos porfiristas hicieron correr la falsa versión de que Madero y Pino Suárez cayeron muertos en el combate a tiros que se produjo entre la policía y los maderistas que trataron de rescatar a aquéllos. Aunque no hubo testigos de los asesinatos todo mundo pensó que a las infortunadas víctimas se les había aplicado la ley fuga.

Estaba el señor Márquez Sterling leyendo en su despacho los periódicos de la mañana cuando un papel cayó a sus pies. Alguien lo echó por la ventana abierta. Se asomó el embajador de Cuba en México, pero no vio a nadie: el que arrojó el papel había dado vuelta a la esquina y seguramente se habría perdido ya entre los transeúntes.

Leyó el ministro aquel mensaje escrito con pésima letra y lleno de faltas de ortografía, que parecía haber sido redactado por un hombre del pueblo:

"... Sr. Ministro: Todo un pueblo rechasa indignado la mancha que se le quiere arrojar de asesino. Para que las nasiones extranjeras conoscan como fue el asesinato del Sr. Presidente Madero, y para que la historia no quede ignorante, voy a consignar los siguientes datos del asesino, que fue el mismo Gobierno.

"Pues bien: el Sr. Madero fue sacado de Palacio y llevado a la Escuela de Tiro, y de allí fue arrastrado en compañía del señor Pino Suárez y enseguida pasados a balloneta, y después se les hicieron disparos para simular el atentado de asalto. Todo esto pasó tras de la Penitenciaría, donde el público puede conbencerse de los acontecimientos...".

Firmaban aquel papel "Los Hijos de México".

Márquez Sterling se preguntó quién sería el autor del tal mensaje. Supuso que sería alguien que por casualidad presenció los asesinatos oculto en las sombras de la noche; algún gendarme, un obrero que regresaba de su trabajo, algún vendedor ambulante que iba ya a su casa. Llegó a pensar que el papel lo mandaba alguno de los soldados participantes en los asesinatos, que de ese modo descargaba su conciencia del peso del horrible crimen.

Tuvo razones después Márquez Sterling para creer que lo relatado en aquel anónimo tenía visos de verdad. A los familiares de Madero sólo se les permitió ver su cadáver cubierto por una mortaja que únicamente dejaba afuera el rostro del Apóstol. Por su parte quienes pudieron ver los despojos mortales de Pino Suárez contaron después que el cuerpo del infeliz poeta estaba "horriblemente desfigurado". Los disparos que oyeron los presos de la penitenciaría habrían servido entonces para simular el asalto que Huerta, Wilson y los demás copartícipes en los sucesos de la Ciudadela señalaron después como causa de la muerte de sus víctimas.

Nunca sabremos la verdad completa sobre la forma cómo murieron Madero y Pino Suárez. Lo que sí sabemos es al matarlos aquellos infames asesinos mataron también una esperanza cierta de democracia para México.