OPINIÓN

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN REFORMA

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Muerte en la noche.

 

Los asesinos procuran no dejar huella de su crimen, claro, pero todo indica que en la embajada de los Estados Unidos se tramó la muerte de don Francisco I. Madero y don José María Pino Suárez.

A las diez de la noche del 22 de febrero de 1913 el señor Madero se recostó en su catre y se cubrió hasta la cabeza con la frazada. Pino Suárez y el General Felipe Ángeles pudieron darse cuenta de que Madero lloraba: poco antes se había enterado de la muerte de su hermano Gustavo.

De pronto se encendieron las luces de la habitación, y un oficial apellidado Chicarro, seguido de un mayor de apellido Cárdenas, irrumpió violentamente en la habitación.

-¡Señores, levántense! -ordenó con voz ronca.

El General Ángeles preguntó con semblante descompuesto por el enojo.

-¿Qué es esto? ¿A dónde nos llevan?

Ninguno de los dos sicarios respondió.

-¡Vamos! -repitió Ángeles con voz imperativa de general que se dirige a inferiores-. Digan ustedes qué es esto.

-Los vamos a llevar afuera, a la Penitenciaría -farfulló Chicarro-. A ellos, mi general. A usted no.

-¿Quiere eso decir que allá van a dormir estos señores? -insistió Ángeles.

-Sí, mi general.

-Si es así ¿por qué no mandaron antes por sus camas y su ropa?

-No sabemos -balbuceó el Mayor-. Después mandaremos por ellas.

El propio General Ángeles haría después el relato de esos momentos terribles. Leamos:

"... La frazada había revuelto los cabellos y la negra barba de don Pancho, y su fisonomía me pareció alterada. Observé huellas de lágrimas en su rostro. Pero en el acto recobró su aspecto habitual. Resignado a la suerte que le tocara volvió a mostrar su valor y entereza insuperables...".

Madero dio un abrazo de despedida al general Ángeles. Mientras tanto don José María Pino Suárez había sido llevado al cuarto vecino. Ahí unos guardias procedieron a revisarlo para ver si traía armas. Terminada la revisión el señor Pino quiso regresar a donde estaban Madero y Ángeles, pero uno de los soldados se lo impidió con un violento empellón:

-¡Atrás! -le dijo.

Pino Suárez, que no se había despedido de Ángeles, le dijo tranquilo haciendo un gesto de despedida con la mano.

-Adiós, mi general.

Lo que sucedió después ocurrió sin más presencias que las víctimas y los victimarios. Ese mayor Cárdenas, que recibió el encargo de matar a Madero y Pino Suárez, tenía ya experiencia en tales trabajos: durante el porfiriato se hizo famoso por ser quien más veces aplicó la llamada "ley fuga". La orden de matar al Presidente y al Vicepresidente se la dio primero Aureliano Blanquet. Para mayor seguridad habló el tal Cárdenas con Mondragón, y luego con Victoriano Huerta, y ambos le confirmaron la orden que Blanquet le había dado. Honrosa orden: hasta entonces sólo había matado a salteadores de caminos, violadores y asesinos. Ahora iba a asesinar un Presidente y un Vicepresidente.

No se conocen a la segura, por supuesto, los detalles del horrendo crimen. Se sabe que en dos automóviles los prisioneros fueron conducidos por calles extraviadas. En la Penitenciaría algunos reclusos que no dormían aún escucharon 12 o 14 balazos, disparados uno tras otro, lentamente... El crimen se había consumado.