OPINIÓN

La ola del lenguaje

ANDAR Y VER / Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

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David Huerta fue el más atento lector de poesía. Llevaba en el paladar la tradición. Saboreándola, la cuidaba. La había estudiado como nadie y como nadie podía apreciar las múltiples estrategias de la expresión poética. Por eso le irritaba la imagen romántica del inspirado que vive fuera del mundo. En uno de los ensayos sobre poesía que integran Las hojas, rebate a María Zambrano. Sé que muchos la admiran y la quieren, pero lo que dice de la poesía es un absurdo. La filósofa sostenía que la poesía era un gesto de embriaguez, de irracionalidad y que por eso estaba en el polo opuesto de la filosofía. Que la poesía era de algún modo el secuestro de la mente por fuerzas misteriosas que la tiranizaban. "La poesía es realmente el infierno", llega a decir la discípula de Ortega.