Paradójicamente durante la pandemia, la naturaleza disfrutó de cierto alivio: menos actividades humanas significaron menos presión sobre los recursos naturales (agua, aire, animales y bosques). Y la Ciudad de México no escapó a esta lógica de hierro: las restricciones de la movilidad en el Valle Metropolitano dieron un respiro a la contaminación habitual. Menos autos circulando significó aire más limpio. Así de simple.