Nadie conoce la era que habita. No es capaz de anticipar la forma en que la posteridad definirá su condición. Hoy hay quien se imagina como el héroe que será venerado en el futuro. El modelo que el bronce inmortalizará en todas las plazas del país. El futuro, sin duda, se reirá de la vanidad del megalómano y ubicará nuestro tiempo en coordenadas que poco tienen que ver con sus ilusiones. Pero vale hacer la pregunta, aunque no tengamos la respuesta. ¿Cómo se definirá nuestro tiempo? ¿Cuál será el sentido que los historiadores darán a nuestros días? Fernando Escalante ubica en la muerte el sello de nuestro presente. Todo lo demás será secundario. Los cambios de gobierno, los discursos, las leyes, los flujos del comercio, la producción industrial, nuestro trato con el mundo. El carácter de nuestro tiempo no estará definido por ninguno de esos procesos. Lo que marcará nuestra época será la muerte. La muerte de la violencia y la muerte de la enfermedad. El vacío que dejan los muertos que se han acumulado desde el 2008 tienen un carácter demográfico, dice Escalante. En la última década se ha reducido la esperanza de vida y en los últimos meses, la edad promedio de la población mexicana. Un cataclismo, dice Escalante.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.