El redescubrimiento de las leyes de la herencia de Gregor Mendel marcó el inicio del siglo XX, y William Bateson fue uno de los primeros en comprender su importancia. De inmediato se dio a la tarea de difundirlas escribiendo libros, impartiendo cursos y charlas y, eventualmente, convirtiéndose en el director de un centro en donde impulsó la investigación en genética vegetal. En 1910 acudió a Brno, en lo que ahora es la República Checa, para asistir a la inauguración de una estatua de Mendel de estilo belle époque, que describió como un evento con muchos políticos, algunos aristócratas, uno que otro científico y "bandas que tocaban con entusiasmo".