'La discreta'
Guadalupe Loaeza EN REFORMA
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La primera vez que llegué a París, como estudiante, Françoise Hardy ya era famosa. En 1962, lanzó su primer hit, el cual fue un éxito fulminante. No había radio ni televisión que no lo transmitiera mañana, tarde y noche: en tan solo tres meses, "Tous les garçons et les filles" vendió más de dos millones de copias y se hizo famosa en toda Europa. Entonces resultaba muy extraño que una joven de 18 años fuera no nada más la intérprete, sino la compositora de la letra y la melodía. En esa época, todos los días a las 5.00 pm, escuchaba, mientras hacía mi tarea de la Alianza Francesa, el programa "Salut les Copains", en donde también escuchaba a otros ídolos de entonces: Sylvie Vartan, Sheila, France Gall, Johnny Hallyday, Jacques Dutronc, Bob Dylan y naturalmente a los Beatles, todos pertenecientes a la generación de los "yeyés", de la "nouvelle vague", como los llamaban. Sin embargo, mi preferida siempre fue Françoise Hardy, cuyas canciones románticas y tristes siempre hablaban del amor o desamor y de la soledad entre los jóvenes incomprendidos de esos años. Quería ser tan delgada como la cantante, vestirme como ella, pintarme los ojos igual. Gracias a sus composiciones tan sencillas y poéticas a la vez, gracias a ella, aprendí francés, aprendía a enamorarme como las parisinas y aprendí a vestirme a la moda, pero de una forma muy discreta. "La discreta", la llamaba el actor francés Jean Gabin.
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores