OPINIÓN

La calumnia

Antonio Lazcano Araujo EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Es imposible escuchar El Barbero de Sevilla sin recordar las versiones absolutamente delirantes que Bugs Bunny y el Pájaro Loco hicieron de Figaro. Toda ópera bufa incluye varios personajes fascinantes, y otro de ellos es Don Basilio, el sacerdote y maestro de música, que con enorme malevolencia sugiere usar la calumnia para acabar con la reputación del Conde de Almaviva, el rival de amores de su amigo y patrón. Gracias a la música de Gioachino Rossini y al libreto de Cesare Sterbini, Don Basilio describe en forma inigualable cómo crecen y se difunden los infundios. La calumnia, dice, es como "un vientecillo, una brisa muy suave, que en forma imperceptible, sutil, ligera y suavemente, comienza a susurrar", para luego agregar que "calladita, a ras de tierra, en voz baja, va fluyendo, va zumbando, se introduce hábilmente en los oídos de la gente, y las cabezas y los cerebros aturdece y hace hinchar, y cuando al final sale por la boca se desborda y estalla, se propaga, se redobla y produce una explosión, como un disparo de cañón, un terremoto, una tormenta, un tumulto generalizado que hace al aire resonar, y el infeliz calumniado envilecido por el azote público podrá sentirse afortunado si muere".