El 20 de enero se acerca. En menos de dos meses Donald Trump hará el juramento de ley y, desde el primer minuto, convertirá sus amenazas en decretos. El segundo Trump dejará atrás la palabrería para convertirse en látigo que se estrenará frente al vecino del sur. Lo ha dicho con una claridad que hiela: seré dictador desde el primer día, me convertiré en su venganza. El equipo que ha ido formando, hecho de los ideólogos más radicales y de los devotos más desquiciados da cuenta de la seriedad de su locura. En su segunda inauguración, Trump querrá exhibir una fuerza y una temeridad que no tuvo en los primeros años de su mandato. Interpreta la claridad de su victoria como permiso para poner en marcha sus proyectos más feroces. No solamente actuará, hará espectáculo de su actuación.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.