El ánimo opositor no encuentra vehículo para expresarse. Los partidos son un depósito de desprestigio y carecen de liderazgos mínimamente competentes. Que existe sed de oposición parece bastante claro. Así lo muestra una opinión pública que puede respaldar al Presidente siendo crítico de los saldos de la Presidencia. Más de la mitad de los encuestados busca hoy opciones por fuera del partido oficial. El problema es que, en los últimos años, nadie ha detectado vida inteligente en los partidos de oposición. Subsisten, pero sin ánimo. Tienen asientos en la legislatura, ocupan edificios, postulan candidatos, reciben sus subsidios, pero no logran dar un paso, no tienen diagnóstico de lo que sucede ni plan para construir un futuro distinto. Viven del impulso externo de la inconformidad, de las estrategias que otros trazan para ellos, de la estimulante agresividad del gobierno, de la inercia burocrática que los mantiene en condición comatosa. Los partidos de oposición han quedado reducidos a su cáscara. Son la envoltura de algo que ya se pudrió.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.