CULTURA

Interpreta RAE la realidad

Rebeca Pérez

Guadalajara, México (26 octubre 2014) .-00:00 hrs

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Las palabras deben ser capaces de nombrar la realidad, de poner en contexto los nuevos modelos de convivencia, pero también de conceptualizar los fenómenos que tienen vida en la calle, es decir, responder a la realidad del mundo que las rodea.

La historia de las palabras siempre ha estado relacionada a la vida política, social y cultural de sus autores. Quienes las pronuncian asumen su volumen por lo que representan y poco a poco se popularizan o van al cajón del olvido.

Pero en esta fórmula de sonidos articulados, también entran en juego otros elementos. Los avances tecnológicos imponen su propia agenda y las influencias de otros lenguajes hegemónicos, como el inglés, son también difíciles de negar en la ecuación.

En su diccionario, la Real Academia Española define qué es lo correcto y qué tipo de palabras son tan habituales para los hispanohablantes que deben estar en su libro de consulta, pero sus parámetros y posturas siempre generan polémica entre los usuarios del español: la academia es anacrónica, conservadora y su aparato es tan pesado que no acepta los cambios con suficiente velocidad.

Por ejemplo en el diccionario impulsado por la RAE de 2 mil 376 páginas que contienen 195 mil 439 acepciones, la institución trata de ponerse al día, actualizar sus términos y actualizar su visión en torno a la equidad de género y la diversidad sexual.

Acepta ya el término de matrimonio homosexual, feminicidio y quita connotaciones sexistas a la definición de cada género: el masculino ya no es el sexo fuerte, ni el femenino, es el débil. Aunque este tipo de decisiones son eminentemente políticas, la Academia tardó en reconocer estos fenómenos de la sociedad contemporánea, afirma la académica, especialista en promoción de la lectura, Mónica Márquez.

De entrada parece que estas acepciones y términos están encaminados a emparejar la brecha entre los sexos, pero en palabras del escritor Juan Domingo Argüelles no hay nada más desigual e incoherente que la conformación de la propia Academia, que tiene pocas mujeres en puestos claves y que se considera como un juez del lenguaje, que busca colonizar a través de conceptos que poco se utilizan fuera de España.

La lingüista y editora de Algarabía, Pilar Montes de Oca, coincide y recuerda que bajo el lema de pule, fija y da esplendor, la RAE se ha estacionado en una idea del español como un idioma único, no toma en cuenta las recomendaciones de las academias de la lengua de América Latina y asume como un hecho la uniformidad.

En ese contexto, los mexicanos tienen todavía esa necesidad de aprobación y buscan la validación de la Real Academia Española, en cuanto a reglas y correcciones. A esto se suma la falta de un diccionario propio, que no hay un libro de consulta del español mexicano actualizado, la edición más reciente se publicó hace casi 40 años, estima la editora.

Así, la Academia festeja su tercer centenario de vida, pero no lo hace con nuevos bríos, sino que se encierra en una especie de celebración privada y en la edición la vigésimo tercera edición de su diccionario, acepta palabras que pocos usan o que incluso parecen ridículas para los expertos.

Ahora, en el grueso diccionario se aceptan como palabras válidas "amigovio", que es una fusión de amigo y novio y se utiliza en países como Argentina, México, Perú y Uruguay o "basurita", que es una partícula de suciedad que se introduce en el ojo.

Ingresan también vocablos como "wifi", que es la conexión inalámbrica de acceso a Internet; "pantallazo", que es la captura del contenido que se visualiza en una pantalla de computadora o "tableta", que es un dispositivo electrónico portátil con pantalla táctil.

El tipo de palabras aceptadas por la RAE definitivamente denotan el dominio del inglés sobre el español, pero también la tecnología se convierte en una de las protagonistas a la hora de permitir conceptos nuevos en la lengua, añade la doctora especialista en letras, Carmen Vidaurre.

En ese renglón, el idioma marca una tendencia política y social. El uso que se le da a cada palabra se inscribe en un contexto muy particular, a veces sin notar las correcciones académicas, que le afirma su valor para nombrar y dar significado a su realidad.