El infantilismo es, políticamente, la fase superior del patrimonialismo. El gobierno que padecemos no es solamente el gobierno de un hombre que trata al Estado como si fuera su rancho y a los servidores públicos como sus criados, sino el de un niño que trata al país como si fuera su arenero. La trompetilla y la ley del hielo son los dictados del máximo poder. Se ejerce el mando como arranque de caprichos y berrinches. Esto no es la lógica de capataz atrabiliario, sino la suprema niñería.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.