El sistema de frenos y contrapesos propio de la división de poderes es mucho más frágil de lo que imaginábamos hace una década. Hoy sí entiendo por qué el Poder Judicial, cuando ese sistema se debilita, es el más vulnerable de los tres. La principal tarea de las y los jueces federales es dibujar y hacer efectivos los límites constitucionales a los que están sujetos los dos poderes electos. Su debilidad es que no cuenta con la legitimidad que dan las urnas. El Poder Judicial solo cuenta con la calidad de sus sentencias. ¿Por qué acatan los otros dos poderes las decisiones judiciales? Esa me parece una pregunta de fondo de este entramado institucional. El Poder Judicial no tiene instrumentos de coacción propios. El poder coactivo se concentra sólo en el Ejecutivo. Una parte toral de la gobernabilidad democrática es que los detentadores del poder obedecen las sentencias de los jueces. Qué delicado cuando este principio se ve amenazado. Ello es justamente lo que está sucediendo con el Tren Maya.
Profesora investigadora de la División de Estudios Jurídicos del CIDE, Doctora en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, licenciada en Derecho por el ITAM. Magaloni es precursora en México de los estudios empíricos sobre las instituciones de justicia, con énfasis en la SCJN, el juicio de amparo y el sistema de persecución y enjuiciamiento penal mexicanos. Entre sus recientes publicaciones está "La Suprema Corte y la transición jurídica en México".