OPINIÓN

Igualdad

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

3 MIN 30 SEG

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Yo tengo innumerables teorías y muy pocas prácticas. Una de mis tesis consiste en afirmar que la institución del matrimonio desaparecerá. En otros tiempos eso de casarse se veía como el destino natural de la mujer y el hombre. Si una muchacha llegaba a los 25 años sin tener marido se le llamaba "solterona", "quedada" o "cotorrona", y se decía que en la vida no haría otra cosa más que vestir santos. También para el varón sin esposa había dichos: "Cuarentón solterón, maricón". He hablado de esa amiga mía que andaba ya por la treintena y aún no se casaba. En las bodas sus tías le preguntaban con tonito: "¿Y tú cuándo, sobrina?". Se libró de la monserga preguntándoles a ellas en los sepelios: "¿Y tú cuándo, tía?". Los tiempos cambian -cambiar es su especialidad-, y ahora las parejas no son proclives al casorio. Si llegan a él lo hacen pasados los 30 años, pero muchos de ellos y ellas prefieren más bien vivir juntos sin estar unidos por lazos de himeneo. Igualmente rehúyen los deberes que vienen con los hijos. La moda actual es tener "perrijos" o "gatijos", a los que tratan como si fueran fruto de sus entrañas. Les compran ropita, juguetitos; les celebran su cumpleaños con pastel. Yo no opino que eso esté bien o mal; lo único que digo es que está. Me atrevo a suponer que todo eso lo imbuye en el subconsciente universal la Madre Tierra, preocupada por el aumento de la población. Otrora esa mamá no sentía tal inquietud, y el deseo mayor de los casados era empezar a tener prole cuanto antes. Había quienes la tenían a los tres meses de la boda, haiga sido como haiga sido. Yo pertenezco a la época del patriarcado. Yo pertenezco a la época del matriarcado. No me contradigo, lo mismo que no hay contradicción en el célebre principio de A tale of two cities, de Dickens. El hombre era considerado "el jefe de la casa", pero las madres les decían sotto voce a sus hijas: "La mujer obedeciendo manda", y las esposas terminaban por ejercer una sutil jefatura -muchas veces no tan sutil- sobre el supuesto jefe. Yo me adelanté por varias décadas a las conquistas del feminismo. Desde el primer día de casado le entregué todo mi sueldo a mi mujer en el mismo sobre en que lo recibía, cuando el uso común era que el marido le diera a su esposa "el chivo", una pequeña cantidad cada día para el gasto de la casa, pues a la mujer se le juzgaba incapaz de manejar bien el dinero. El patrimonio de mi familia se debe a esa sabia provisión, que tomé no por cálculo, sino por amor. Hoy es el día dedicado a la mujer. Muchos temen su llegada, sobre todo en la Ciudad de México. No pocos comerciantes cierran a piedra y lodo sus comercios y cubren sus escaparates con láminas o tablas, igual que hacían en el pasado los tenderos españoles del centro de la capital cuando se acercaba la noche del Grito. Y es que hoy por hoy algunas mujeres usan la violencia para probar su independencia. Con ello, entiendo, se cobran la factura por siglos de opresión que aún no termina, según lo muestran los constantes feminicidios que en el país ocurren, las muchas formas de violencia familiar, el acoso sexual, las terribles agresiones, la discriminación que en el trabajo siguen sufriendo las mujeres. Yo creo en la complementariedad de la mujer y el hombre. Me alejo entonces de los extremos tanto hombristas como hembristas. Pienso, sí, que aún falta mucho camino por recorrer en la búsqueda de justicia plena para las mujeres, y para suprimir el sentimiento de superioridad que priva todavía en numerosos hombres. Cuando haya igualdad completa de derechos entre la mujer y el hombre, tanto los hombres como las mujeres seremos mejores... FIN.