Las ideas cambian al mundo, establecen el rumbo de la civilización. Una buena idea es epidémica y la quieren todos, se la apropian. Puede sobrevivir días, meses, generaciones, como la democracia griega, el sistema jurídico de Roma, los derechos humanos y el pensamiento político de la Revolución francesa. Mi compadre polímata y renacentista nos puso a un grupo de amigos a estudiar 3,500 años de Egipto y encontré que su pensamiento civilizatorio sobrevivió por el lenguaje y la comunicación pública de las ideas en monumentos grabados; sin embargo, todo se destruía de vez en vez por la actuación de un totalitario político o religioso. El flujo de las ideas y de la información se destruía y con ella ciertos símbolos religiosos, políticos y culturales.