'Haciéndose pato'
Guadalupe Loaeza EN REFORMA
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En tanto terminaba de merendar el sábado pasado mi última Maruchan de pollo ($13.90) que me quedaba, Emilio Lozoya cenaba, con todo y su brazalete, en uno de los restaurantes más caros de Lomas de Chapultepec, un delicioso Pato a la Pekín servido con crepas hechas en casa, cebollín, pepino y salsa ciruela ($1,030) junto con sus anfitriones, Eduardo Molina, Lore Guerra Autrey y Doris Beckmann. Vale la pena leer la espléndida crónica de Lourdes Mendoza, misma que tomó personalmente las fotografías del ex director de Pemex, desde su celular, a pesar de todos los riesgos que tomaba por haberse atrevido de llegar hasta el restaurante y acercarse hasta donde se encontraba el delincuente: "Entré y, efectivamente, Emilio Lozoya estaba en tremenda fiesta, departiendo, ligando y comiendo el afamado pekin duck, de la cocina cantonesa china. Casi de inmediato lo reconocí, aunque estuviera de espaldas a la entrada y sin perder el tiempo les tomé cuatro fotos. Doris Beckmann se percata y grita: ¡Ay, no! Lozoya voltea, me ve y mientras yo le digo: 'Tienes brazalete, ¿no estás arraigado?'". Tal como se pregunta la periodista: "quién se atrevería a ir a un restaurante cuando enfrenta un publicitado proceso penal por haber recibido, por presuntos actos de corrupción con Odebrecht, más de 10 millones de dólares en sobornos...".
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores