OPINIÓN

¡Guau!

Eduardo Caccia EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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En medio de la quietud de una sala de conciertos, la nota final de la "Música fúnebre masónica" de Mozart flotaba en el aire cuando, súbitamente, el solemne silencio fue roto por un insólito "¡Guau!". No provenía de los labios de un crítico ni de un apasionado melómano, sino de Ronan Mattin, un niño de nueve años con autismo, cuya espontaneidad sacudió y conmovió a los asistentes en el Symphony Hall de Boston. El hecho encapsuló algo más grande: el poder del arte para conectar, incluso, con quienes tienen una sensibilidad diferente.