Diseñado por los arquitectos Alfonso de Garay y Francisco González Pulido, el Estadio Alfredo Harp Helú, sede de los Diablos Rojos, suma 66 mil metros cuadrados de construcción.
Sostenido por mil 200 pilotes que descienden hasta 60 metros bajo tierra y con una techumbre de 5 mil toneladas en forma de tridente, o de "M", el estadio tiene también un corazón artístico.
Desde la entrada, la reja que bordea todo el estadio, con dos patrones distintos de bates y pelotas, anuncia que en el espacio conviven arte y deporte.
La reja perimetral del estadio fue diseñada por Francisco Toledo y aunque ya no alcanzó a verla, dejó en ella su huella artística.
Antes de entrar al estadio o al museo, la visita obligada es pasar a tocar al 'muñeco' para desearle suerte al equipo. Se trata de una escultura de bronce del artista Sergio Hernández.
Pero adentro, el Museo Diablos. Una historia incomparable, revela a Toledo en su afición al Rey de los Deportes, con obras alusivas, como sus característicos papalotes.
Al interior del recinto deportivo, los murales 'Vivir y morir jugando beisbol, parte 1 y 2', del artista José Luis García, retratan la historia de los Diablos Rojos.
En los pisos superiores del estadio destacan más murales, como el de Demián Flores, que muestra a algunos jugadores con tocados prehispánicos.
En 'Play off', Amador Montes utiliza también la simbología propia del beisbol, pero la inserta entre figuras animales provenientes de la iconografía popular mexicana.
El Museo Diablos. Una historia incomparable presenta también la exposición temporal 'El mejor campo de pelota para vivir', de Adán Paredes y Víctor Vásquez.
Víctor Vásquez presenta una serie de beisbolistas de barro, de tamaño natural, distribuidos por toda la sala para que los visitantes caminen entre ellos.
Por su parte, Adán Paredes construye un globo terráqueo a partir de bates de madera, encerrados por una anilla como las que se usan para amarrar maíz.
Más allá de las salas temporales, el Museo Diablos. Una historia incomparable presume su exposición permanente, la que cuenta la larga historia de los Diablos Rojos.
La muestra permanente reúne maquetas sobre la construcción de su estadio, una sala inmersiva que relata sus mejores triunfos y una galería de sus uniformes a través del tiempo.
Un vistazo especial merece la colección de trofeos que el equipo de los Diablos Rojos ha ganado en 80 años de historia; algunos de ellos diseñados también por artistas.
Abierto al público de martes a domingo, salvo cuando hay juego, el Museo Diablos. Una historia incomparable echa por tierra la idea de que arte y deporte no pueden convivir.