"Mi esposa tiene un documento que le permite decir sermones". Eso le comentó don Chinguetas al reverendo Rocko Fages, ministro religioso. "¿Qué clase de documento es ése?" -se interesó el pastor. Contestó don Chinguetas: "Se llama 'acta de matrimonio'"... Aquella tienda de departamentos exhibía un gran surtido de tarjetas: para felicitar por el cumpleaños, para desear una pronta recuperación de la salud, etcétera. Una linda chica buscaba afanosamente entre ellas. El encargado le preguntó: "¿Qué clase de tarjeta busca?". Respondió la chica: "Una que diga: 'Perdóname por haber soltado la carcajada cuando anoche te vi por primera vez sin ropa'"... En un país bien ordenado hay una clara separación entre lo militar y lo civil. Es bueno que esa separación exista, pues la mentalidad de un mílite es por completo diferente de la de un ciudadano. El militar está formado en la obediencia, la disciplina, el orden. El ciudadano, en cambio, finca sus acciones en la libertad, único medio en el cual puede desarrollar sus facultades y afirmar su personalidad individual. Así las cosas, la militarización de una sociedad entraña riesgos graves, y representa una amenaza para la libertad civil, para los derechos de la persona. Las corporaciones policiacas encargadas de preservar la seguridad y el orden deben entonces estar formadas por civiles, y servir bajo el mando de un civil. En circunstancias extraordinarias los ciudadanos, a través de sus autoridades y representantes, pueden solicitar el apoyo de los militares, pero sólo con el carácter de coadyuvantes, no de encargados permanentes de funciones que no les son asignadas por la Constitución. Ninguna añagaza abogadil puede ir contra el espíritu del constituyente, que marcó una expresa división entre lo militar y lo civil. La creciente militarización de México entraña un peligro para México. En el caso de la Guardia Nacional no tendremos ya policías, sino soldados, cuyos eventuales abusos difícilmente podrán ser reprimidos por la autoridad civil. López Obrador, que condenaba acremente la utilización de la milicia para combatir al narco en tiempos de Felipe Calderón, aseguró que llevaría a los militares de vuelta a su cuartel. Cumplió su promesa: en adelante todo el territorio nacional será un cuartel... "Le permitiré pasar la noche en mi casa -le dijo el dueño de la granja al forastero cuyo auto se descompuso en un camino rural-, pero deberá prometerme que no intentará hacer nada con mi hija". "Señor mío -replicó el viajero con gesto de ofendida dignidad-. Ha de saber usted que pertenezco a la Cofradía de la Reverenciación. Nuestro estricto código moral nos impide faltar a los deberes que impone la caballerosidad". Esa noche el huésped se retiró al aposento que le había sido designado por su anfitrión. Apenas empezaba a conciliar el sueño cuando con pasos tácitos entró en el cuarto la bella hija del granjero cubierta sólo por una inconsútil bata de vaporosa tela que dejaba ver en la penumbra todos sus encantos. Sin decir palabra la joven apartó las sábanas del lecho y se tendió al lado del visitante. "¿Qué hace usted, señorita? -se sobresaltó el hombre-. ¡Salga de aquí inmediatamente! ¡No ponga en riesgo mi honor ni mi virtud! ¡Recuerde que soy miembro de la Cofradía de la Reverenciación!". Corrida y avergonzada la joven se retiró. Al día siguiente el granjero le contó en el almuerzo al visitante que iba a ir a devolver un toro que le había comprado a su vecino. "El animal no hace nada con las vacas -le explicó-. O tiene alguna falla o es muy pendejo". Añadió la muchacha: "O es miembro de la Cofradía de la Reverenciación"... FIN.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.