"¿Qué se siente ser mujer y jugar futbol?" Fue la pregunta de quien me entrevistaba para la televisora de Cuernavaca cuando en 1993 mi equipo de futbol rápido de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP) pasó a la final del torneo pionero a nivel universitario. Sí, en efecto, nos veían raras y se sospechaba que éramos lesbianas por jugar futbol. Esa anécdota del pasado cobra vida cuando muchos aún piensan que existe desinterés en el futbol femenil, sobresimplificando un aspecto más de la desigualdad histórica de las mujeres tanto en el deporte como en los medios de comunicación.