En la pared de mi cocina hay un calendario, cada mes la imagen de una flor distinta, con los datos de un herbario que me hace pensar en el de Emily Dickinson, embellece el espacio. Cuando di la vuelta para estrenar el primero de marzo aparecieron dos flores, una roja y otra blanca, con la leyenda Papaver somniferum, se trata de una adormidera, una amapola, precursora del opio. Emily tenía 14 años cuando terminó el herbario de más de sesenta páginas organizadas impecablemente según la taxonomía linneana. Era también por esa edad, aún más pequeña, cuando su padre entraba a su habitación por las noches para abusar de ella -Cordialidad ninguna / Él me penetró / después a un ritmo artero / secretó dentro su forma, dice uno de los poemas del incesto donde cuenta lo que estaba pasando.
Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Editorial Plaza y Valdés). Ha colaborado en El Cultural de La Razón, The Washington Post, SinEmbargoMx, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ, Revista SOHO y otros medios. Desarrolla guiones para cine, teleseries y audioseries.