Cada vez es más evidente que elegimos a un gobierno embustero: gente ávida de poder que usa un cuento de redención social para su propia preeminencia. Qué descubrimiento, dirán, así es el poder. Y sí, con matices. Por eso -y he errado antes en ello- nunca debe dársele el beneficio de la duda ni creérsele sus cuentos. Acaso aplaudirle si acierta, y no demasiado, pues se vuelven inminentes la complacencia y el abuso. La regla es: a más beneplácito, mayor riesgo.