En cuanto sonaba la claqueta,
Enrique Rocha se ponía serio para sus escenas, usualmente de villano, pues su imponente voz le permitía encarnar desde patriarcas incuestionables y estrictos (
Dos Mujeres, Un Camino) hasta a un agente diabólico que quiso destruir a un ángel de la guarda (
Serafín).