Recuerdo vívidamente la sensación que provocaba la política mexicana en el 2018 y en los primeros años de este sexenio. No fue hace tanto. ¿Cómo olvidar la fuerza que parecía tener el terremoto lopezobradorista, la potencia con la que supo apropiarse del deseo por un "cambio verdadero"? Qué eficaz fue el candidato López Obrador en aquella coyuntura, en medio de tanta indignación y hartazgo, para impulsar su movimiento como nada menos que "la esperanza de México". Y qué entusiastas todos aquellos voceros y partidarios que interpretaban su ascenso como una oportunidad única para crear "otro sentido común" o una "nueva hegemonía" -quizá costaba entender a qué se referían, pero de todos modos sonaba trascendental-. Me acuerdo de la prematura aunque convencida caracterización de su victoria no como un mero cambio de partido en el gobierno, sino como un genuino "cambio de régimen". Cuántos se desvivieron descifrando el significado "profundo" de sus gestos simbólicos, cuánta energía derrocharon en inventariar las "reivindicaciones históricas" de esa persuasión autonombrada "la 4T". Vaya que se hacía sentir su voluntad, su ambición, su fervor.
Carlos Bravo Regidor (Ciudad de México, 1977). Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México e Historia en la Universidad de Chicago. Es profesor-investigador asociado en el Programa de Periodismo del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).