CULTURA

Es un momento de libertad.- Allende

Silvia Isabel Gámez

Cd. de México (30 junio 2015) .-00:00 hrs

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Para Isabel Allende, el amor es un recurso natural renovable. A sus 72 años, recién separada de su esposo por casi tres décadas, la escritora chilena afirma: "Ya no me tiro de cabeza como antes, pero en el amor sí. Volvería a hacerlo".

¿Hay algo de lo que se arrepienta?
De los actos que hicieron sufrir a otra persona. Nunca me he propuesto hacer daño a alguien, pero muchas veces ha pasado sin darme cuenta, por descuido, por egoísmo, por muchas razones.

Cuando sus hijos eran adolescentes, se enamoró de un músico y dejó a su familia en Venezuela, donde residían, para seguirlo a España. La aventura duró un mes, recuerda, pero las consecuencias se extendieron años.

"Ahora me arrepiento, no de haberme enamorado, pero sí de la precipitación de salir detrás de este caballero y haber dejado tirados a mis hijos, imagínate".

En su nueva novela, El amante japonés, cuenta la historia de un amor que dura toda una vida. Sus protagonistas son la artista Alma Belasco y el jardinero Ichimei Fukuda, a quienes separan las diferencias de origen y de clase social.

Allende se mueve en el tiempo. Desde 2013, cuando Alma, ya vieja, se muda a la casa de reposo de Lark House, retrocede hacia su infancia y juventud, arrasada por la Segunda Guerra Mundial.

La escritora recupera un momento histórico al que pocos aluden en Estados Unidos: el encierro en campos de concentración como Topaz, en Utah, de los japoneses residentes en el país, que la guerra convierte en enemigos.

Es una trama cruzada por temas que Allende considera fundamentales hoy día: la eutanasia, la trata, la pornografía infantil. No experimentó, como en otras novelas, con el género ni el estilo, dice, pero exploró nuevas temáticas.

"El tema de la vejez nunca lo había abordado, y el amor romántico lo había tratado poco. He escrito más sobre el amor pasional, esos enamoramientos fulminantes que a uno le cambian la vida".

La autora latinoamericana viva más conocida, con ventas que superan los 65 millones de ejemplares, cuenta que, desde que publicó en 1982 su primera novela, La casa de los espíritus, su literatura ha cambiado, porque el mundo tampoco es el mismo.

"Ya nadie escribe esos tremendos novelones barrocos con realismo mágico, eso pasó de moda. Vivimos en un mundo acelerado, audiovisual, donde todo es más rápido, más instantáneo. Además, yo escribo en español, pero vivo y trabajo en inglés, y ese idioma también me ha influido, ahora mi narrativa es más directa, ya no me regodeo en la escritura".

Allende se sabe afortunada. Tiene salud, energía, y la cabeza despejada. "No me fallan ni la memoria ni la curiosidad ni las ganas de contar".

No es el caso, lamenta, de muchos jubilados que envejecen con problemas económicos, enfermos y además solos, porque su familia los margina. Es partidaria de que los ancianos vivan en residencias geriátricas como la que describe en su novela, que asegura existe, con otro nombre, cerca de su hogar en San Francisco.

"Creo que debemos vivir en comunidad. Las casas de reposo no pueden ser lugares donde los viejos estén aislados y presos, tienen que ser parte de la sociedad, y también de la familia".

A cualquier edad es posible enamorarse, sostiene, como sus personajes de Lark House, que aun ancianos y con achaques no pierden el gusto por el romance.

¿Quiso mostrar a la vejez como un espacio de libertad?
Para mí lo es, lo está siendo. Es un momento de libertad interior. Uno va eliminando todo lo que sobra y se queda con lo fundamental; para empezar, el amor: a las personas, a los animales, a una causa. Esos amores fuertes son los que nos mantienen vivos.

Las cartas han sido fundamentales en la vida de Allende. En El amante japonés (Plaza & Janés), Ichimei es una voz, "una memoria", que surge de las cartas que le envía a Alma en sobres amarillos. Desde hace décadas, la madre de la escritora, residente en Chile, le escribe todos los días misivas que ella responde. Como si fuera un diario a cuatro manos.

"Lo que no le escribo a mi mamá se me olvida, no pasó. Y si quiero saber qué ocurrió, por ejemplo, en 1989, voy a la caja donde están esas cartas y recupero la emoción que había detrás de cada acontecimiento".

Allende, feminista confesa, considera que mientras no haya un número importante de mujeres que ejerzan el "verdadero poder" -económico y militar- no habrá grandes cambios.

"Hillary Clinton es una mujer con una inmensa experiencia. Yo creo que sí, que el Partido Demócrata no tiene un mejor candidato. Ahora, si gana la Presidencia (de Estados Unidos) dependerá de quién es el candidato republicano".

Si tuviera el poder, ¿qué haría desaparecer del mundo?
La impunidad. Haría que la gente pagara las consecuencias de sus actos. Trataría de terminar con el poder absoluto que tienen el Gobierno, los militares, las corporaciones, y en escala mucho menor, los hombres sobre las mujeres, los padres sobre los hijos, los empresarios sobre los empleados, para que se empezara a ver el mundo con generosidad y compasión.

¿Se considera una mujer de izquierda?
En los años 70 te habría dicho sin vacilar: "sí, soy de izquierda", pero si hoy viviera en Venezuela, ¿te diría que soy de izquierda? No lo sé. El mundo ya no se puede dividir en izquierda y derecha, el capitalismo no funciona y el comunismo terminó. Hay que buscar nuevas soluciones políticas y económicas.

¿Hay algún país que vea como un modelo?
Noruega, Dinamarca, los países escandinavos, donde hay oportunidades para todos.

¿Qué espera del futuro?
¿Cuánto me queda por vivir: 15, 20 años? Para mí no espero nada, sólo poder seguir escribiendo, pero para el mundo espero todo. Me gustaría ver, o por lo menos que lo vean mis nietos, el fin del patriarcado. Es lo primero que esperaría ver.