Hace dos semanas, el 9 de agosto, me levanté y al mirar mi celular noté que el número de mensajes en la noche se había triplicado. Dos temas se repetían, uno con preguntas sobre "la nueva variante", que iban desde la angustia de si volveremos a los cubrebocas, si cancelo mi evento de la semana, cuándo acabará esto y dime que no es grave. El otro grupo de mensajes era de pacientes que tenían una prueba positiva para el virus. A diferencia de semanas anteriores, 7 casos nuevos para empezar el día superaban lo habitual.