OPINIÓN

Enemigos

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

3 MIN 30 SEG

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El señor Cuerbello, maestro de Gramática, llegó a su casa antes de la hora acostumbrada. Se habían suspendido las clases en la escuela por causa de un fuerte ataque de ventosidades que sufrió la esposa del director, lo cual hizo imposible la permanencia del personal docente y alumnado en el plantel. Ha transcurrido una semana de ese lamentable suceso, y aunque se llevaron potentes ventiladores y se hicieron abundantes asperges de agua de rosas en aulas y oficinas aún es fecha que no se disipa el tufo producido por las flatulencias. Llegó el señor Cuerbello a su casa, digo, y halló a su cónyuge en trance de libídine con un sujeto. "Exijo una explicación" -le dijo a su mujer. Ella, confusa, balbuceó: "Yo... Tú... Él... Nosotros...". El gramático la interrumpió: "Explicación, dije, no conjugación"... Don Braulio Fernández Aguirre fue un gran gobernador de Coahuila, mi natal estado. Era hombre del campo, y llevó al gobierno las cualidades propias de quien se dedica al trabajo de la tierra: prudencia, buen sentido, cuidado en el manejo del dinero, sencillez de trato, conocimiento de la realidad. En aquel tiempo yo era crítico del PRI. Lo fui siempre hasta que prácticamente desapareció, salvo en algunas entidades del país, como la mía, donde actualmente el partido tricolor, muerto y sepultado ya en otros estados, sigue teniendo fuerza gracias a un buen gobierno estatal y, en Saltillo, a una administración municipal igualmente buena. Quien lo desee puede corroborar esta opinión haciendo una encuesta entre la población. En el tiempo en que don Braulio fue gobernador el presidente de la República era Gustavo Díaz Ordaz. Yo, lo dije antes, era crítico permanente del PRI, de sus prácticas antidemocráticas, de su dominio absoluto de la vida nacional, de la saña con que reprimía cualquier forma de disidencia, de la corrupción que privaba en sus filas. Mucho de lo que entonces se veía lo estamos viendo ahora, sólo que entonces no había prédicas moralizantes, y nadie se daba cotidianos baños de pureza. Sucedió que Díaz Ordaz fue a Saltillo, y el gobernador Fernández Aguirre me presentó con él. Le dijo: "Es periodista. Nos fustiga, pero nos ayuda". Y es que don Braulio entendía que la función de un periodista consiste en ser espejo de la realidad en la cual vive, en convertirse en vocero de la comunidad y en ser valladar ante las malas acciones y omisiones de aquellos en quienes ha recaído la función de gobernar al pueblo y de ver por su seguridad y su progreso. Desde ese punto de vista, el periodista es en alguna forma coadyuvante de quien gobierna; lo ayuda con sus señalamientos a procurar el bien común. Está claro que López Obrador no comparte esa idea del periodismo. Él ve en cada crítico a un enemigo que quiere destruirlo, y en vez de admitir críticas o denuncias responde a ellas con injurias y denuestos que en ocasiones toman la forma de amenazas. Una actitud así entraña un desconocimiento total de lo que es el periodista, pero también demuestra una percepción completamente errónea de lo que el gobernante debe ser: un servidor público dedicado a procurar el beneficio de sus gobernados, atento a sus demandas y sus quejas, y no un caudillo que se vale de la gente para llevar adelante su proyecto personal y satisfacer sus ansias de dominio. A AMLO y a los de su círculo cercano les sacan sus trapitos al sol, y él de inmediato saca las garras. A fin de intimidar a quienes denuncian sus excesos y los de los suyos llega incluso a pasar por encima de la ley. No hay aún suficientes elementos para calificar de dictadura a su régimen, pero ya se le va pareciendo bastante... FIN.