La presencia de empresas estatales nos recuerda la época de intervencionismo exacerbado y tóxico en la economía. En 1983, México administraba 1,155 empresas que participaban en casi todas las ramas económicas. El problema es que pocas eran productivas y todas generaban una insoportable loza para las finanzas públicas, desalentaban la inversión privada y absorbían el financiamiento de la banca. El proceso gradual de privatizaciones que vino después -que incluía tanto empresas irrelevantes como otras de alto poder de mercado- era necesario, aunque hubo grandes fallas en los procesos y descuidos institucionales que afectaron los resultados.