OPINIÓN

El velo de los libros

ANDAR Y VER / Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

3 MIN 30 SEG

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Toda pasión es caótica. Lo dijo Walter Benjamin, hablando de sus libros. Estaba mudándose y abría las cajas de su biblioteca. Viendo los libros en el piso y los estantes vacíos de su nuevo departamento, pensaba en la intimidad de la lectura, el encanto de los libros, el imperio del azar y la traza del destino. Toda biblioteca, por razonada que sea su ordenación, construye vecindarios absurdos. Benjamin reconocía, no solamente la arbitrariedad de su diseño, sino la fugacidad de la estructura. El coleccionista de libros pretende imponer un orden a ese caos, pero fracasa siempre. Mi biblioteca, decía, es un desorden, pero un desorden que me es familiar. El acomodo de los libros es apenas la apariencia de un orden. Un arreglo en desacomodo perpetuo. Solo una biblioteca sin lector sería una biblioteca ordenada. Desempacando sus cajas, el ensayista se percataba que todo coleccionista de libros empuja una piedra cuesta arriba para ver que el libro que buscaba ya no está donde debería estar. Esa es la absurda terquedad del coleccionista de libros. Se esmera en ordenar lo que no puede ser más que un caos.