No sé si es una pesadilla. Comienzo a sentir asfixia cuando veo que el túnel por donde transita el futbol mexicano parece no tener fin. Es una sensación inexplicable, quizá comparable con la claustrofobia que invade a algunos cuando las puertas del elevador se cierran y aquella maquinaria se mueve lentamente haciendo los segundos más largos que de costumbre.