Si a Cruz Azul lo sentáramos en un viejo diván para ser escuchado y analizado, muy probablemente un especialista en comportamiento y conducta humana le habría diagnosticado un trastorno poco común. De esos que rara vez aparecen en algún lugar del mundo. Un complejo problema que directamente tiene que ver con el consumo de las derrotas, los fracasos y los extraños efectos que de ellos emanan.