Pese a su torpeza para hablar, Genaro García Luna manejaba todos los hilos de todas las instituciones a las que accedió
El titiritero
Jorge Volpi EN REFORMA
3 MIN 30 SEG
Cuando a fines de 2006 el presidente Felipe Calderón anunció que lo había designado como secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna ya había reconocido públicamente, en el programa de Denise Maerker transmitido el 5 de febrero de ese año, que había escenificado, a petición de los medios, la captura de Israel Vallarta y Florence Cassez. Más allá de que sus declaraciones fuesen engañosas, aceptó -ufano- haber violado los derechos humanos tanto de los supuestos secuestradores como de las supuestas víctimas, como si el debido proceso o el Estado de derecho fuesen asuntos menores. Aunque ahora Calderón afirme que nunca estuvo al tanto de la corrupción de su brazo derecho, sabía a quién había contratado: un hombre sin escrúpulos dispuesto a cualquier cosa con tal de obtener el aplauso de los medios para él y su jefe. Habría que suponer que justo por ello lo eligió para hacerse cargo del asunto más trascendental de su gobierno: el combate contra el crimen organizado que pronto llamaría guerra contra el narco.
(México, 1968). Es autor de la novelas En busca de Klingsor, El fin de la locura, No será la Tierra, El jardín devastado, Oscuro bosque oscuro y La tejedora de sombras. Y de ensayos como Mentiras contagiosas, El insomnio de Bolívar y Leer la mente. En 2009 obtuvo el Premio José Donoso de Chile por el conjunto de su obra. Sus libros han sido traducidos a 25 idiomas. En 2014 se publicará su novela Memorial del engaño.