Son horas decisivas. El Instituto Nacional Electoral puede quedar nulificado como institución de la democracia mexicana. En las próximas semanas se decidirá, junto con la suerte del INE, buena parte del futuro político del país. El régimen quiere un árbitro débil, quiere que el organizador de las elecciones tenga menos instrumentos para hacer su trabajo, quiere involucrar de nuevo al gobierno en los procesos electorales. Le estorba un árbitro profesional, le incomoda una institución que pueda hablar por sí misma. Anhela la sintonía de todas las instituciones del Estado con la voluntad presidencial. Esa es la democracia en la que cree: un coro en el que todos los órganos de representación y todos los núcleos de responsabilidad constitucional canten la misma tonada.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.