OPINIÓN

El peor hombre

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

3 MIN 30 SEG

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"¡Ándale, Susiflor, desvístete!" -le pidió con anheloso acento el novio a la recién casada. Replicó ella: "Espera un poco". Adujo el impaciente galán: "¿Por qué esperar? Ya somos marido y mujer". "Sí -concedió ella-. Pero todavía estamos en el atrio de la iglesia"... La bella Bustolina le mostró el pecho a su doctor. Le dijo: "No sé a qué se deben estas rozaduras". Sin decir palabra el facultativo le entregó un paquete de finas hojas de afeitar. Opuso ella: "Ahí no me sale vello". Precisó, lacónico, el galeno: "Son para su novio"... "¿En qué seminario estuvo usted?". Esa pregunta me hizo don Rafael Salinas, maestro de latín en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, cuando en la primera clase traduje y analicé una frase de Virgilio que escribió en el pizarrón. Le contesté: "En ninguno. Lo aprendí en el bachillerato del Ateneo Fuente de Saltillo". En efecto, en esa gloriosa institución no sólo estudiábamos latín, sino también griego y francés, a más de historia, literatura, filosofía -que me ha servido de mucho-, lógica -que de nada me ha servido- y otras materias humanísticas que junto con la lectura de los libros sagrados -los de Cervantes y Shakespeare; Dickens y Balzac; Dostoievski y Tolstoi; Rulfo, Borges y García Márquez- hicieron que esas humanidades pusieran en mí algo de humanidad. De ahí que de vez en cuando me dé el lujo de poner en mis textos algún latinajo, lo cual hace pensar a muchos que alguna vez fui cura, a lo cual contribuye el tono de mi hablar y mi aspecto levítico, entonación y traza que hacen que en más de una tienda de artículos religiosos me tomen por sacerdote y me hagan el descuento que se hace a los presbíteros, granjería que acepto humildemente, pues no me gusta contradecir a nadie. Sírvame la anterior peroración de pretexto para poner aquí otra locución latina: Quia nominor leo. Eso quiere decir: "Porque me llamo león". Tal respuesta dio el rey de la selva cuando alguien le preguntó por qué tiranizaba al resto de los animales. Tan arrogante frase podría decirla Trump para explicar sus violentos procederes, sus abusos y soflamas. Pienso que el inmoral sujeto que habita en la Casa Blanca es, después de Hitler y de mi profesor de matemáticas en la secundaria, el peor hombre que en los últimos 100 años ha pisado la faz de la tierra. Está poniendo en riesgo no sólo al mundo, sino también a Arteaga y al Potrero de Ábrego. Pese a los pesares que pasó nuestra Presidenta, el amarilloso déspota precedió a aplicar sus aranceles en modo inconsulto y desconsiderado. No dudemos que igualmente cumplirá en relación con nuestro país otras mayores amenazas. Debemos prepararnos para lo peor, como dijo la prostituta pompeyana cuando vio que el Vesubio humeaba y que entraban al burdel unos clientes africanos de estatura gigantea y prominente abdomen... A poco tiempo de su matrimonio el joven Tilico se veía pálido, exánime, agotado, exangüe, laso y escuchimizado. Un amigo le preguntó a qué se debía su deplorable condición. Explicó él con feble voz: "Mi esposa tiene doble personalidad, y las dos quieren todas las noches"... Eglogio, mancebo campirano, casó con Hetairina, mujer de la ciudad. Al empezar la noche de las bodas ella le dijo que quería confesarle algo: antes de conocerlo había tenido un tropezón. "No importa" -respondió el bucólico muchacho. Se llevó a cabo el rito conyugal, a cuyo término Eglogio le reclamó, atufado, a su flamante desposada: "No eras señorita". Replicó Hetairina: "Te dije que había tenido un tropezón". "Sí -admitió el rústico galán-. Pero en mi pueblo los tropezones se dan con las patas, no con las nachas"... FIN.