El príncipe del infierno neoliberal ha ensartado la apetencia de prosperidad en las almas débiles de la clase media. Nos lo informó el Presidente en una de sus homilías más recientes. Le preocupa, por supuesto, nuestra paz espiritual y por ello fustiga, para ejemplo de la nación, a quienes han caído en la trampa de las posesiones y los estudios. Los descastados que no son ni ricos ni pobres han sido corroídos por el veneno de la ambición. Encandilados con la esperanza de un patrimonio, se apartan del verdadero camino. Por eso nuestro amado guía nos apremia a resistir la tentación del estudio que nos aleja de la raíz, de la riqueza que nos convierte en egoístas, del conocimiento que nos hace dudar de su infinita magnificencia.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.