La palabra le parece bellísima. Arancel es la palabra más hermosa de todo el diccionario, ha dicho Donald Trump en varias ocasiones. Para el Presidente electo la palabra condensa la fuerza de una potencia que impone arbitrariamente sus condiciones. Para el magnate los aranceles son afirmación al abuso de sus socios; son el certificado de muerte de la globalización; armas eficaces. Su carácter unilateral es su atractivo esencial. Son amenaza, extorsión, castigo. En la entrevista que fue transmitida el día de ayer en televisión queda muy clara su importancia como símbolo de su retorno. La amenaza de los aranceles que impondrá el primer día de su gobierno es muchas cosas, pero apenas puede decirse que sea una decisión de política económica. Quien busque encontrar en ella la lógica comercial quedará con las manos vacías. Los aranceles son intimidaciones. Trump no descarta que la decisión provoque un alza en los precios. Insiste en la medida sabiendo que tendrá un impacto en el bolsillo de los consumidores porque se trata de la proclamación de su poder.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.