La profesión quejumbrosa ha salido en defensa de los suyos. Ante el embate del Presidente ha empleado todos sus recursos: artículos, desplegados, declaraciones, programas de radio y de televisión. Es entendible: cada día el Presidente agrede, descalifica, cuelga etiquetas. Habla siempre de su compromiso con la libertad de expresión, pero niega legitimidad a quienes considera golpistas. El gremio agredido pasa por alto el otro blanco de los insultos presidenciales: su propio gobierno. La agresión cotidiana del Presidente a sus colaboradores, a los profesionales que todavía quedan en el gobierno es brutal. ¡Y pensar que no tienen siquiera el desahogo de una carta pública!
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.