Siempre he creído que una de las virtudes de Andrés Manuel López Obrador es la de conocer, como ningún otro presidente de México, el ras de tierra. Ese México tan incomprensible y lejano para la élite. El México de las personas que viven al día. De las que padecen un Estado que funciona de manera intermitente: el camión recolector de la basura que deja de pasar una semana, el agua que no llega durante días, la clínica sin medicinas y a veces sin médico, el transporte público inseguro e insuficiente, etcétera. Ese México en donde las personas viven con muy pocas formas de protección frente a una crisis económica o una escalada de violencia. En ese México de ras de tierra existen millones de familias que han puesto todos sus ahorros, su esfuerzo y sus sueños en construir una pequeña empresa: una estética, un restaurante, un taller mecánico, una papelería, un taller de carpintería o un servicio de banquetes para fiestas. Estas empresas proveen el ingreso familiar. De ellas depende, entre otras cosas, que los mercados ilegales no sean la mayor fuente de empleo en el país y que las familias recuperen la paz y la tranquilidad en sus barrios. Por ello me sorprende (y me duele) que AMLO simplemente confunda el Fobaproa con la urgente necesidad de proteger y ayudar a que esos empresarios no desaparezcan de un día a otro, como consecuencia de la peor crisis económica que hemos vivido.
Profesora investigadora de la División de Estudios Jurídicos del CIDE, Doctora en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, licenciada en Derecho por el ITAM. Magaloni es precursora en México de los estudios empíricos sobre las instituciones de justicia, con énfasis en la SCJN, el juicio de amparo y el sistema de persecución y enjuiciamiento penal mexicanos. Entre sus recientes publicaciones está "La Suprema Corte y la transición jurídica en México".