OPINIÓN

El mejor catador

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

3 MIN 30 SEG

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"¿Eres virgen?". Esa inesperada pregunta le hizo Leovigildo la noche de las bodas a Kalentina, su flamante desposada. Ella rechazó el cuestionamiento. Repuso con enojo: "¿En una noche como ésta quieres hablar de religión?"... Lejos de mí la temeraria idea de afear la conducta de Bragueto. La gente dice que es hombre de provecho, pues lo busca sin tener que trabajar. Cortejó a Picia, doncella que había visto pasar ya su abril y mayo y que además era poco agraciada; se parecía mucho a Jack Elam, considerado por algunos el hombre más feo en la historia del cine americano. Pero Picia era hija única y universal heredera de su padre, don Rochildo, dineroso señor que a más de contar millones de dólares y euros y poseer un jet de 80 plazas y un yate de 300 pies de eslora era dueño de un edificio de apartamentos frente a Central Park, en Nueva York; un chalet en Innsbruck, una villa en la Toscana, un hotel de cinco estrellas en París, un casino en Las Vegas y una casa en Saltillo, en el barrio del Águila de Oro. Todo eso -sobre todo lo de la casa en Saltillo- hizo que Bragueto pusiera entre paréntesis las escasas dotes físicas de Picia y pensara más bien en la que llevaría al matrimonio. Entabló con ella relaciones de noviazgo, y pronto empezaron a hacerse los preparativos de la boda, todos por cuenta del papá de la muchacha, agradecido porque su hija conocería la verdad del dicho popular según el cual "más calienta una pierna de varón que 20 kilos de carbón". Pero ¡oh, desgracia! Bien lo dijo Publio Siro: Fortuna vitrea est: tum cum splendet frangitur. La fortuna es de cristal: así como brilla se rompe. Una serie de pésimos negocios causó que de la noche a la mañana la riqueza de don Rochildo se esfumara, y el infeliz señor quedara en la indigencia, convertido en mascota, o sea en pobre. Picia le dio la infausta noticia a Bragueto. Y exclamó éste: "¡Ah! ¡Siempre supe que en el fondo tu padre jamás estuvo de acuerdo con nuestro matrimonio, y que haría todo lo posible por separarnos! ¡Lo ha conseguido!"... El conferencista disertaba acerca del origen del planeta Tierra. Declaró: "Al principio fue todo fuego, pero luego se fue enfriando hasta quedar en completa inactividad". "¡Mira!" -le dijo doña Frustracia a su vecina de asiento-. ¡Hasta parece que está describiendo a mi marido!"... Don Cucoldo le contó a un amigo: "Anoche tuve sexo con mi esposa". "¡Caramba! -comentó el amigo-. ¡Hiciste cornudo a medio pueblo!"... El padre Alvino era considerado el mejor catador de la comarca. Su fama era legendaria. En cierta ocasión dijo que el vino que le dieron a probar de una barrica tenía un regusto metálico y de cuero. Los conocedores opinaron que no había relación entre ambos sabores, pero cuando al paso de los meses la barrica quedó vacía se halló en su fondo una pequeña llave atada a un cordel de cuero. Sucedió que un enólogo extranjero quiso ver si en efecto la fama de gran catador del padre Alvino era cierta, pues le habían dicho que ni siquiera necesitaba degustar el vino: con sólo olerlo podía identificarlo. En la taberna del pueblo le vendó los ojos y le acercó una copa. El cura se la llevó a la nariz y sin dudar dictaminó. "Tinto. Cabernet. Rioja. Cosecha 72". El visitante le presentó otro vino. Lo olió el gran catador y dijo: "Blanco del Rhin. Riesling. Cosecha 81". El extranjero, asombrado, hizo entonces algo insólito: le acercó a la nariz al cura la parte media de su esposa. Después de oliscarla brevemente decretó el padre Alvino: "Alta. Rubia. Ojos azules. 90-60-90. Cosecha 2001. Ligera de conducta. Y no es de mi parroquia"... FIN.