Hace meses, Otis devastó Acapulco. Comenzó como siempre, como una insípida tormenta tropical. Luego, casi nadie estaba alerta. En el curso de un anochecer, mutó a huracán categoría 5. El viento arremetió contra casas, escuelas, hoteles. Parecía como si al puerto lo hubiera azotado un terremoto. Los lugareños, que viven del turismo, han limpiado como pueden los escombros. Lo han hecho con las manos, sin protegerse, sin trajes especiales ni cubrebocas de impacto. Y han enfrentado enemigos tóxicos, de los que casi no se habla y que han azotado otras playas, además de Acapulco.
Peniley Ramírez es periodista de investigación y autora del libro Los millonarios de la guerra.