OPINIÓN

El impulso sectario

Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

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Sorprende la renuencia a reformar. No se concibe reformista un gobierno que rechaza la negociación como cobardía de moderados. Las urgencias de este gobierno no están para el trabajo laborioso y preciso del diagnóstico y la elaboración de una propuesta técnicamente viable. El empeño, claro, consistente y eficaz, es destruir todo lo anterior y no perder ni un segundo en analizar si algo que viene de antes tiene algún mérito. El diagnóstico es ideológico y la receta, una demolición. El atractivo de la intervención política es la simpleza. Para desaparecer los fideicomisos basta una aplanadora. Para revisar su funcionamiento, para apretar las tuercas que sean necesarias, para castigar los abusos que hubieran existido es necesario algo más que la furia simplificadora. El recurso se ha usado en varios expedientes: desaparecer antes de examinar. Gobernar con dinamita y sin planos. Demoler los edificios malditos sin detenerse a examinar su solidez, sin siquiera calcular sus aportes. Tirarlos al piso sin advertir dónde caerán las paredes derruidas.