Hay un Presidente, pero ya no hay liderazgo presidencial. Hay un candidato que llegó al poder con un nivel de apoyo que nunca había tenido nadie en la democracia mexicana. Hay un político cuya coalición tiene mayorías en el Congreso, cuyos aliados dependen mucho de él y cuyas oposiciones están profundamente desprestigiadas. Hay una figura que desborda ambición y voluntad; que ha sabido concentrar en su persona el proyecto, la agenda y la comunicación; y que se propuso nada menos que encabezar una transformación que hiciera historia. Pero esa figura, al tener que encarar el desafío histórico de una pandemia que no ocurría desde hace un siglo, no logra transformarse a sí misma. Insiste en comunicar que su proyecto es inmune, que su agenda no cambia. Cegada a la gravedad del nuevo entorno, su ambición se exhibe más desprovista que nunca de cualquier sentido de la realidad. Su voluntad, que ayer marcaba un rumbo, hoy ha quedado reducida a mera intransigencia. No moviliza a sus mayorías para articular una respuesta oportuna, amplia y contundente; aliados y adversarios lo están rebasando por igual. Todo aquel apoyo democrático que tuvo lo está convirtiendo en cada vez más decepción.
Carlos Bravo Regidor (Ciudad de México, 1977). Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México e Historia en la Universidad de Chicago. Es profesor-investigador asociado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde además dirige el Programa de Periodismo.