Para fortuna de los países complicados, la suma de los errores puede tener efectos positivos. Pongo de ejemplo la fiesta sorpresa de mi amigo Chente, que cumplía cincuenta años ofrendados al rock. Decidimos agasajarlo en casa de su padre. El problema era mantener el festejo en secreto. Quienes reciben entrenamiento en la CIA, la KGB o la Legión de Cristo conocen las virtudes del silencio y afrontan sin problemas el desafío menor de no mencionar el cumpleaños del próximo sábado. No pasa lo mismo con quienes sobrellevan sus excesos con el maravilloso bálsamo del olvido. Una de las frases más conocidas de la escena del rock es: "Si te acuerdas de los años sesenta es que no estuviste ahí". A diferencia de las redes sociales, que conservan en su almacén de la ignominia todo lo que alguna vez pusiste ahí, el cerebro se alivia a sí mismo borrando algunas cosas (o algunos años). Las drogas son menos eficaces para esto que la voluntad; lo importante no es aniquilar recuerdos en forma indiscriminada, sino olvidar el día en que despertaste con calcetines que no hacían juego y pertenecían a dos personas diferentes.
Ha obtenido el Premio Herralde por su novela El testigo, el Internacional de Periodismo Vázquez Montalbán por su libro sobre futbol Dios es redondo y el Iberoamericano José Donoso por el conjunto de su obra. Ha sido profesor en la UNAM, Yale, Princeton y la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Entre sus libros para niños destaca El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica.