OPINIÓN

El descaro autoritario

Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Claudia Sheinbaum se dice sorprendida porque se le describa aquí y fuera de nuestro país como la cofundadora de un régimen autoritario. Dice que la denuncia del nuevo autoritarismo mexicano es absurda porque ella siempre ha luchado por la democracia y porque la etimología de la palabra avala la destrucción de un árbitro independiente que pueda corregir abusos cometidos en nombre de El Pueblo. Si democracia es gobierno popular y yo gané las elecciones, lo que yo diga es democrático; todo lo que se vote es democrático. El infantilismo de su concepción y la arrogancia del alegato biográfico son desconcertantes. Para ella la democracia es infalibilidad de un bloque coyunturalmente mayoritario. Lo cierto es que Sheinbaum es cabeza de un régimen que ha desmontado los contrapesos institucionales esenciales. Un régimen donde el poder se da licencia de ignorar la actuación de los jueces. El autoritarismo ya no disimula su naturaleza. La presidenta Sheinbaum actúa con descaro. No simula respeto por la ley ni tiene el menor interés en entablar diálogo. Rechaza cualquier contacto con el Poder Judicial, no le interesa hablar con la Suprema Corte de Justicia ni escuchar directamente a la cabeza de un poder de la República. Ella le habla a los suyos y no quiere perder el tiempo con los otros. Tampoco tiene disposición de escuchar a los representantes de las oposiciones que, por muy disminuidas y desorientadas que estén, expresan la opinión de más de 40% de los electores. Por si hubiera alguna duda, la Presidenta ha adelantado que desacataría una resolución de la Suprema Corte de Justicia que llegara a invalidar la reforma judicial. Esa desfachatez -hay que subrayarlo- no la tuvo ni siquiera su antecesor. Ella lo ha dicho con todas sus letras: su voluntad está por encima del órgano que es todavía tribunal constitucional. Sheinbaum encabeza autoritariamente un régimen autoritario.